Industria
Industrialización El proceso de industrialización comenzó en España, como en el resto de Europa, como consecuencia de los cambios producidos por la Revolución Industrial (v.) a finales del s. XVIII y principios del XIX, si bien en Inglaterra, Francia o Alemania tuvo efectos más inmediatos, razón por la que, en cuanto a la historia industrial de España, el XIX es un siglo de retraso y escaso crecimiento, sobre todo de las industrias ligeras, y el XX el del desarrollo y la recuperación, sobre todo de las pesadas. El avance de la agricultura –aun con las características dificultades peninsulares derivadas de la morfología y el transporte– y las relaciones comerciales con Europa e Hispanoamérica (v.) -áreas en las que España ya no ocupaba un lugar privilegiado económica ni culturalmente–originaron la modernización de la industria algodonera, sobre todo en Cataluña, en donde se introdujeron las primeras máquinas, aunque la pérdida de las colonias y los conflictos bélicos durante el s. XIX -Guerra de la Independencia (1808-1814) y guerras carlistas (vv.)–, con el antecedente de los gastos militares y las pérdidas comerciales que supuso la participación española en la Guerra de Independencia Estadounidense (1775-1783; v.), entorpecieron la evolución industrial propulsada por la burguesía (v.). No obstante, la deuda contraída por el Estado en este último conflicto dio lugar a la creación del Banco Nacional de San Carlos (1782) –posterior al decreto de libre comercio con América, de 1778-, cuyas consecuencias serán la fundación del Banco Español de San Fernando (1829), del Banco Nacional de Isabel II y del Banco de Barcelona, ambos en 1844, precedentes de lo que después sería el Banco de España (1856; v.), y la extensión de las cajas de ahorros (v.) desde la fundación de la de Madrid (1839), organismos que facilitaron el desarrollo de la banca y el capitalismo (vv.). Así mismo, a mediados de la centuria se instalaron en Cantabria, Asturias y Vizcaya los primeros altos hornos siderúrgicos con los que se pretendía establecer un proceso de producción similar al inglés, aunque su rendimiento fue escaso durante los primeros decenios, y, a pesar de la demanda interior de hierro (v.) originada por el tendido de líneas de ferrocarril (v.) desde 1848 (Barcelona-Mataró), se siguió importando este material, incluso después de la instalación de los primeros convertidores Bessemer durante el último tercio del siglo. Por otra parte, la legislación económica puesta en práctica desde la Guerra de la Independencia -sobre todo durante el Bienio Progresista (1854-1856) y el Sexenio Democrático (1868-1874) (vv.)– facilitó la entrada de capital extranjero y de sociedades financieras e industriales debido a los privilegios concedidos en cuanto a aranceles y franquicias, situación que durante el s. XX se intentó modificar con la aplicación de medidas económicas basadas en el proteccionismo y la autarquía (vv.).
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